martes, septiembre 18, 2007

Aquella noche mágica...


Aquella mañana del 7 de Julio ... aun con los nervios de punta por lo que iba a presenciar pocas horas mas tarde, me levanté de la cama y procedí a seleccionar cuidadosamente mi atuendo, para mi última noche en Milán... la noche donde iba a presenciar, la Ópera que llevó a Puccini a ser consagrado como un gran compositor lírico ... La Bohème, al fin degustaría de aquellos amoríos entre Rodolfo y Mimì y Marcelo y Musetta, amores líricos, donde sale a relucir que cada momento es digno de un poema, de una canción... ¿Que me pondría para tan especial momento?, ¿que me pondría para ir acorde con la etiqueta de la Scala de Milán?...pues no había mucho de donde elegir, casi toda mi ropa era para turistear por las calles de Turín en los que días antes me encontré, y los mandatarios conjuntos formales para el Congreso de Arquitectura al que fuimos invitados como estudiantes de dicha carrera... Pues, algo que no recuerdo haber colocado en mis maletas, pero indudablemente allí estaba, un vestido negro de encaje, muy elegante, que solía ser de mi abuela. Un vestido que nunca quise ponerme por que ameritaba una ocasión especial, definitivamente aquella era mi ocasión especial... Una ocasión que difícilmente acontecería en mi vida nueva vez, con las mismas condiciones que esta. Saqué mi vestido, y lo coloque cerca de la ventana donde sigilosamente espiaba a los niños que jugaban en las calles y a los amantes que se rendían al amor y se daban los mas apasionados besos, allí estaba aquel vestido bailando, ante la suave melodía del cantar de la brisa, que se colaba por la pivotante que había sobre uno de los divanes... Allí estaba mi vestido negro, contemplando mis nervios ante el paso de las horas, que era eterno... pero inminente.
Pronto llegó la tarde y era momento de empezar a arreglarme para lo que tanto había esperado, La Bohème... entre a la ducha soñando y cantando "O soave fanciulla", el dulce final del acto I que había leído de uno de los viejos libretos de la ópera... "O soave fanciulla, o dolce viso di mite circonfuso alba lunar in te, vivo ravviso il sogno ch'io vorrei sempre sognar!"... No quería despedirme de aquella hermosa ciudad que me había acogido con tanto esmero, aquella ciudad mágica que no paraba de sorprenderme. Pero aún me quedaba una noche, que había decidido disfrutar plenamente y luego de la revitalizante ducha, procedí a vestirme con el más cuidadoso orden... Ponerme la loción para el cuerpo, maquillarme cuasi imperceptiblemente, para no ser una mas de las mascaras del teatro y pues quitarle la pareja al viento que tan entretenido bailaba con mi vestido, tomar mis zapatos color marfil y colocarlos cuidadosamente en mis pies... mi collar de perlas que una vez hice con mis propias manos, me cubría el cuello con aquel ímpetu de carácter antiguo, mi pelo rizado que ahora coqueteaba descaradamente con el viento, iba recogido con unos pines y adornado con una hermosa flor de color naranja, para contrastar con el monocromatismo de mi ajuar. Tomé mi bolso con lo necesario para esa noche y salí de mi habitación que daba a la Vía Giuseppe Ripamonti para tomar el taxi que me llevaría hacia la Scala de Milán, aquel era mi carruaje, hacia mi sueño hecho realidad, a la hora de entrar mi sistema nervioso colapsaba vertiginosamente, mis sentidos estaban desorbitados, mi cabeza ponía en orden a fuerza mecánica lo poco que sabia yo de italiano... Grazie dije al amable señor que me recibió en la puerta, me pidió una identificación... que ya por conocimiento previo llevaba a mano, mi carnet de estudiante, por lo que todo me salió menos costoso. Allí me encontraba dentro de aquella obra de infraestructura magnificente, no podía esperar para entrar a la sala del Teatro alla Scala donde disfrutaríamos de la Ópera. Mis ojos proyectaban con antelación lo que querían ver... y se llevaron más de lo que esperaban... Las sillas de terciopelo rojo adornadas con incrustaciones de oro, las personas ubicadas en la platea que lucían sus joyas y se jactaban de su cuantiosa riqueza. Las filas de los palcos y su excelente acústica, dejaban tras su paso una exquisita atmósfera que podía sentirse por cada poro del que allí estaba.
Los actos se sucedieron uno tras otro, cada uno dejando las secuelas de un amor, que pronto culminaría... "Che vuol dire quell'andare e venire, quel guardarmi così... Mimì... Mimì!"... así terminó aquella hermosa opera, que cerró con broche de oro mi última noche... aquella noche mágica...en Milán.